martes, 11 de junio de 2013

Ángel Zabala. Una improvisación estudiada



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La miranda            VIERNES, 8 DE JULIO DE 2011                                        DIARIO de IBIZA

Una improvisación estudiada








Ángel Zabala en su taller.


 
NURIA DEL RÍO PINTO 

El pasado sábado – y hasta el próximo 28–, la Galería Berri abre sus puertas para mostrarnos una refrescante y nueva visión de Ibiza. La exposición lleva por título ‘Trazos’ y el artista es Ángel Zabala Guirao (Águilas, 1975). La exposición consta de 13 lienzos pintados al óleo, mayoritariamente blancos y negros, junto a una serie de dibujos y bocetos.
Debemos mencionar por su excepcionalidad, por colorido y materialidad, dos pequeños collages con una clara referencia a las pateras y el problema de la emigración, inspirados en el hacer de Barceló. Pero fundamentalmente, en esta exposición abundan las vistasurbanas, los perfiles de la ciudad que nos
son conocidos: el barrio de la Marina, DaltVila, Sa Penya son retratados vívidamente,
cómo ya lo hizo otro gran dibujante en sumomento, un enamorado de la vida cotidiana
y la expresión de la ciudad, Antoni Portmany. Zabala no niega su influencia.
Ambos comparten lo que el Marqués de Lozoya escribió sobre Portmany: «Unos cuantos trazos, apenas nada, y allí está todo: el ambiente, la vida, captados en su momento preciso, en el fluir del Tiempo». Pero Portmany era un cronista de su época y Zabala tiene otra intención: no busca un testimonio, no es una crónica de una época; es más global. En el fondo, la temática, para él, sólo es una excusa.
Nació Ángel Zabala en un pueblo de Murcia, aunque desde los siete años reside en Ibiza. 
Zabala es, en un principio, un pintor autodidacta que completó su formación en distintos talleres de la ciudad Condal desde 2002 hasta 2004.  Estudió fundamentalmente técnica en ellos. Su primera exposición en Ibiza fue un homenaje al escultor Subirachs, en la Galería Can Daifa en 2004. En el 2005 fue finalista del III Premio de Tardor de Pintura Joven.




 En el 2007 crea junto a tres artistas más el colectivo ‘Expressions’, un proyecto multidisciplinar que aunaba música, escultura, pintura y fotografía, aunque hoy en día está disuelto. Fue en el Hotel Pachá, en 2009, donde realizó su primera gran exposición individual, ‘Folc-colórico’, donde el color era un elemento realmente dominante y la temática, el folclore de la isla, le posibilitaba una excusa para llevar la técnica del goteo al lienzo, esto es, el gesto, en aquel momento, el dripping, componían las figuras danzantes. Aquella exposición está lejos de lo que muestra ahora, pero en cierta manera aquella fue una muestra precursora, puesto que la pintura de Ángel Zabala es esencialmente gestual. Ha reducido drásticamente su paleta desde el 2009. Lo que más llama la atención a simple vista es el gesto del pintor que parece rastrearse en cada trazo. Un acto consciente que se define prácticamente en blanco y negro. El blanco del lienzo, el negro del gesto. Una lectura más atenta de su obra nos descubre matices más escondidos, colores sugeridos o planteados modestamente que vienen a reforzar el equilibrio y la armonía de la obra. Una improvisación que anhela la armonía. Una improvisación que busca la emoción.
Zabala domina la inmediatez y la composición, el espacio y la atmósfera. Una pintura rápida de ejecución pero esto no quiere decir que no haya horas detrás. Hay mucha selección en lo que expone. Mucha obra desechada que nunca se expondrá. Zabala busca el alma de las formas, intenta ir hacia la esencia, en una máxima donde con lo mínimo se expresa lo máximo, «lo menos es más», en sus propias palabras. Sintetiza tanto la figura humana que llega casi a expresar un alfabeto ininteligible pero de una gran vitalidad y expresión, una caligrafía expresiva que en cierta manera recuerda a los expresionistas abstractos, a los que admira por otro lado, Pollock y Kline.
La virtud consiste en que sus obras de gran formato te atrapan, integran al espectador en el ambiente que el pintor crea. Sientes el espacio de la calle, apenas esbozado, las proporciones de los edificios te envuelven. La coreografía de las gentes de la calle, en la cual te incluye, rodea al espectador. El tema se diluye. No importa qué calle o plaza, porque se capta lo inmediato, como en una fotografía sin posturas ni adornos. Una instantánea donde el protagonista es el espacio. No importa a qué hora del día, porque no existe el tiempo en sus obras, sólo el ahora. El anonimato surge para darle universalidad a lo representado. El blanco del lienzo es un continente universal. Los trazos negros sintetizan lo humano. No es nadie conocido. Pudiera ser cualquiera. Le interesa la totalidad de la obra, no los detalles. Su paralelo musical es el sonido grunge: pocas notas pero toda la emoción.
En un panorama donde poco a poco se van alzando nuevas voces, Zabala se inscribe en un pequeño grupo de artistas incipientes y necesarios. Se echaba en falta un poco de nuevos talentos y maneras diferentes de saber hacer, sin que por ello se tenga que renunciar a la tradición o a la figuración.
El director de la Galería Berri, Gastao Herbele, en otra audaz pirueta por mostrarnos pintura de calidad, apuesta por la pintura naciente y autóctona de la isla, y eso está muy bien.

lunes, 10 de junio de 2013

Anthony Johnson, narración y alegoría




Viernes, 6 de mayo de 2011 |                                                              en               La miranda                              del                              DIARIO de IBIZA

Johnson, narración y alegoría

 



Fotografía por N. d. R.



NURIA DEL RÍO PINTO

Anthony Johnson (Londres, 1940) estudió en dos de las más prestigiosas escuelas
de arte y artesanía inglesas, Camberwell College of Arts and Crafts (1953-58) y
Chelsea School of Art (1958-61), logrando una completa formación como pintor
y escultor. Junto a su gran talento natural su formación ha sido decisiva también para
conseguir un estilo absolutamente personal y único. Como nota significativa de sus
aptitudes innatas hay que tener en cuenta su ingreso en Camberwell College sin haber
cumplido la edad requerida. Estas escuelas son fundamentales para comprender el arte contemporáneo de Gran Bretaña de hoy en día y formadoras de las principales figuras artísticas de este país. Pero el camino de Johnson no estaba en su lugar de nacimiento. Con poco más
de 20 años tiene su primer contacto con las Pitiüses: el lugar elegido fue Formentera.
Después su inquietud le llevó a recorrer otros espacios españoles: Pirineos, Madrid…
e incluso cruzar el océano para llegar a EE UU, donde permaneció diez años.
En la década de los 80 regresó a las Pitiüses, esta vez a Eivissa, donde tuvieron
lugar exposiciones en diferentes espacios culturales, tales como Sa Nostra, La Caixa
y El Mensajero, entre otras. Pero volvió este artista errante a alejarse, para volver
en el 2008. En el 2009 tuvimos la oportunidad de ver su obra en una exposición
en Ca N’Anneta, Sant Carles, donde aún podemos disfrutar de una selección de ellas.

Preciosismo formal

De una sólida formación, su técnica es implacable, de un preciosismo formal inusitado,
que se refleja en unos cuadros increíblemente ejecutados. Pero no se queda aquí, esta técnica la conjuga con una temática muy jugosa para la reflexión. Artista existencial, encuentra en la disciplina el método para pintar: «Sin disciplina no se puede ser un pintor. La disciplina enseña»,  citando sus propias palabras; y por otro lado, en el arte encuentra la capacidad
de interpretar moralmente al ser humano.
Luz, forma y color son los tres principales ejes de su expresión. El dominio de estos tres instrumentos provoca un derroche de técnica, pero va más allá, hay algo sobrenatural en sus obras. Johnson funde los logros de la pintura occidental, como un alquimista, conecta los elementos pictóricos para encontrar esa interpretación moral de la realidad del ser humano. Siempre reflexivo, sus complejas imágenes, llenas de simbología, muestran una narración
intensa. Citando a Julio Herranz: «Es por un lado su rigurosa perfección formal, tan
poco usual en los últimos tiempos; la contundencia de sus torsos, el movimiento de
las figuras, el clasicismo del dibujo… a esto hay que añadirle la alucinada interpretación
de lo que él ha visto y sentido». La temática, la composición, la gravedad, el claroscuro…
hipnotizan al espectador para ir poco a poco desvelando una verdad contundente.
La magia de la pintura nos permite penetrar en la verdad más profunda, cualquiera que moralmente sea esta. «Traer lo invisible a lo visible», utilizando sus propias palabras.
La alegoría en la narración le abre la posibilidad de sobrepasar los convencionalismos
pictóricos y romper las reglas de la figuración. En el fondo no se debe a ninguna
fórmula. Su estudiada visión del alma humana, sus grandezas y sus miserias, el
papel redentor de la creación, la feminidad, la religión, la política, la corrupción
del dinero. Insertos dentro de estos temas aparecen vestigios de pintura abstracta, expresionista,
impresionista… A través de sus cuadros enfrenta al espectador a la reflexión
sobre la verdadera alma humana: nuestras debilidades, nuestros defectos, nuestras virtudes subyacen en los temas.
Nos lo presenta de manera cautivadora, que nos transforma en protagonista de sus
cuadros, las alegorías y los símbolos dejados en ellos crean una complicidad con
quien descubre los vínculos. A veces estos vínculos son tan fuertes que físicamente te
sientes parte de la obra. Puedes comprender que eres uno más de la multitud de rostros
que observan dentro del cuadro. Puedes recordar aquella vez que te juzgaron.
Cuando te sentiste abandonado…
Conecta directamente con el espíritu de quien le observa. También son quebrados
aquí los límites, la realidad contagia al cuadro y viceversa. Este lenguaje personal y
propio, participa de la comprensión de los retratos de Velázquez, los autorretratos de
Palmer, de los paisajes de W. Turner y Friedrich, de las pinturas negras de Goya, de
la atmósfera de Veermer, pero rastrear estos pintores en su obra significa establecer
una conexión con los logros de la pintura occidental que aparecen sin ninguna regla
coercitiva que los disponga o limiten. En sus obras hay mucho más que simples homenajes
o alusiones.
Sobre todo como buen artista inglés, no pertenece a ninguna escuela. La libertad de
ser él mismo. La libertad de pintar. Sus retratos conmueven porque conecta con la
cualidad, la bondad o la maldad interior del representado, en esto consiste ser un
gran retratista; se puede sentir el tiempo en sus paisajes, tierra, cielo y climatología se
unen para transformar la luz e incluso el olor de la tierra, la luz de la luna pocas veces
ha sido más luz de luna…
Definitivamente, la obra de Johnson no es fácil. Exige un espectador atento y despierto.
Pero merece la pena enfrentarse al reto. La recompensa es inmensa, sobrecogedora,
digna de la historia del arte.